Afrontando los cambios
Heráclito afirmaba que el fundamento de todo está en el cambio incesante. ‘Todo fluye’, decía. Todo está en movimiento y nada dura eternamente. De tal manera que no podemos descender dos veces el mismo río, pues cuando pretendemos hacerlo por segunda vez ni el río ni nosotros somos los mismos.
Es interesante meditar acerca del cambio. No solemos estar muy atentos a ello, vivimos una filosofía social muy dispuesta a conservar, pero la realidad, como afirmaba el bueno de Heráclito, es todo lo contrario. La enfermedad, las rupturas sentimentales y la muerte nos rodean, y solo cuando estas llegan de un día para otro nos fijamos en el frío y contundente contraste del ayer al hoy. ¿Estamos preparados para ello?
Considero clave el trabajo y desarrollo de una realidad interna fuerte, estructurada y sólida con capacidad de resilencia que sea capaz de asimilar, superar y adaptarse a los sucesos negativos con presteza. El entendimiento del cambio y la meditación acerca del mismo puede otorgarnos una nueva forma de pensar. Por supuesto esto no implica que no haya lugar al dolor o a la pena, las emociones forman una parte esencial de la vida, pero debemos entender su naturaleza y no luchar contra ellas. Quizás admirarlas de alguna forma.
Quiero dejar este texto que habla acerca de los pequeños cambios y su naturaleza. Sintetiza de forma perfecta una pieza fundamental de mi filosofía y forma optimista de pensar.
Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:
– ¡Padre, que desgracia! Se nos ha ido el caballo.
– ¿Por qué le llamas desgracia? – respondió el padre. Veremos lo que trae el tiempo…
– A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
– ¡Padre, que suerte! – exclamó esta vez el muchacho. Nuestro caballo a traído otro caballo.
– ¿Por qué le llamas suerte? – repuso el padre – Veamos que nos trae el tiempo.
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.
– ¡Padre, que desgracia! – exclamó ahora el muchacho-. ¡Me he quebrado una pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
– ¿Por qué le llamas desgracia? ¡Veamos lo que trae el tiempo!
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
Por último, esta canción la conocí a través de una amiga artista neoyorkina rusa con la que coincidía completamente en manera de pensar y que llevaba en honor a su filosofía de vida, por tatuaje en la mano derecha el título de la canción: ‘float on’. Invito a leer la letra.
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